viernes, 6 de abril de 2007

In Nomine Ipso Recreor (VI)

Son las 4 de la madrugá.

Los frios y humedos adoquines de la calle repiten el eco de los pasos. Bajando la Reina Regente, un bullicio de gente despierta los sentidos. Tambores, desentonadas notas de trompeta, costaleros con la mirada perdida, promesas por cumplir en el aire, y sobre todo un millar de ojos pendientes del cielo.

Tras el sermón, el incienso llena el aire. las filas se forman a las ordenes de los mayordomos y los cirios se prenden. El santo Cristo Jesús el Nazareno comienza a procesionar saliendo de su Iglesia Capitular de Santiago el Mayor. 80 hombres portan el trono. Tras él, con una enorme elegancia es sacado el San Juan, 45 mujeres se afanan por llevarlo al ritmo del capataz.

Olvidada por muchos, y rodeada por un puñado de cofrades sale por último con una infinita tristeza Nuestra Señora la Virgen de lo Dolores. El palio de plata no oculta un corazón atravesado por siete puñales, que hacen por su rostro correr sendas perlas a modo de lagrimas.

Se encaminan las tres a lo alto del monte Calvario, donde cuando salga el sol, ni antes ni después se encontrarán. Donde la Virgen y San Juan se inclinarán frente al Cristo y dará término la MADRUGÁ.

Dulces saetas rompen el rojizo amanecer en tierras cordobesas.

Hoy y siempre, recuerda lo que fuimos.

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