domingo, 18 de marzo de 2007

12 Historias para una Noche (III)

Hurgaba entre las bolsas de basura de la zona rica de Edimburgo, sin importarle las luces de los coches que atravesaban la zona. El carrito de niño que le servía de contenedor de reliquias le seguía a corta distancia arrastrado pesadamente por el pobre, y paciente, Nut.

Atravesó la avenida sin atender a los pitidos de un coche que a punto estuvo de pasarle por encima. Nut, más precavido, se había quedado al otro lado, esperando a que pasara el peligro. La pequeña comitiva se adentró en el interior del bosquecillo de abedules que lindaba con una de las mansiones. Caminaron una veintena de pasos.

Bajo la atenta mirada de Nut, el viejo, se paró, y comenzó a rebuscar entre sus cosas. Ruido de bolsas que se abren y algunas caricias al lomo del perro.

- Nut, mi fiel amigo...tú si que me entiendes...

La mirada de Nut se fijó en la botella que sostenía su amo y de la que dió dos largos tragos. Después se volvieron a poner en camino.

Estaba entumecido, ya sin los cables y sin los tubos que le habían tenido atrapado en la maquina, pero se sentía fuerte. Miró hacía lo alto y descubrió lo que buscaba, la luz amiga. Mientras avanzaba por entre los árboles, y sus grandes pies se hundían en el barro, recordó el incendio, y a los guardias de seguridad cuando le dispararon. Sonrió para sus adentros. Apartó unos arbustos y olfateó el aire de la noche. A lo lejos, las luces de los coches que atravesaban una carretera cercana. Continuó como si nada.

Nut se apercibió enseguida de su presencia y le insinuó a su amo que no se adentrara en la espesura. El viejo, borracho como una cuba, no estaba para negativas, y lo que hacía un momento era todo amistad, se tornó violencia, y con un movimiento brusco le lanzó una piedra sin destino. El perro aulló lastimeramente, sin moverse, más por mostrar su enfado que por el golpe fortuito del rebote.

Escuchó los ladridos del perro. Seguía entumecido, y a decir verdad no entendía muy bien el por qué. Olfateó la presa y se apresuró hacía el montículo, para otear mejor. Ante la visión del anciano, de la carne, su cuerpo se tensó llenándose de adrenalina, y ante el golpe de adrenalina, la insuficiencia cardiaca. Mientras se desvanecía recordó al doctor diciendo:

- Lejos del laboratorio estás muerto...

El viejo borracho juraría que aquello se parecía a un animal muerto, pero no pareció importarle, y se alejó, seguido de Nut, ¿por qué no evitarse problemas innecesarios?

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