jueves, 28 de diciembre de 2006

La Ternura del Alacrán (III)

Hace ya varios días que tenía abandonado este pequeño apartado del blog. Los motivos se pueden concentrar en uno sólo, ella, sea cual sea su nombre, en todo este tiempo ya no ocupaba mis sueños. Pero de nuevo, anoche vino a mi encuentro.

Has venido aquí haciendo preguntas y ahora no puedes decir que te alejas y eludir el resto de respuestas. Ya que has curioseado en la vida de todo el mundo, puedes completar la mía.

¿Qué siento?, ante esa pregunta sólo puedo responder que, el infinito miedo de sentirme al borde del abismo. Mi razón me invita a traquilizarme; quieres ver el mundo, mira, esta debajo de tus pies. Pero me has presionado mucho, como nunca nadie en mi vida. Tus argumentos; prematuramente, mal momento en mi vida, instante de aclarar ideas y sentimientos, todo excusas para no afrontar la verdad.

De un modo u otro, eso ya no cambiará nada. ¿Y yo...?, porqué me has contado todo, cual era tú objeto en todo este juego, porqué me has acercado, luego me has alejado, has usado indiferencia, cordialidad, porqué.....................

Según tú, a mi lado te sientes menos sola; parece que encarne, a pesar de mí mismo, esa imagen atávica, de alguien tal vez fuerte, tal vez sabio, pero en quien confiar, o a quien confiarse......., tal vez sea la ropa, o quizá cierto atractivo, o simplemente interés.

Puede que tratases de ganarme para tu causa, o simplemente infringir una nueva y más retorcida ofensa a mi ego, también podría tratarse de todas esas cosas a la vez.

Temo volver a caer en el drama y decirte, "...sin ti estoy perdido", y que no me respondas "No digas eso. No podemos estar perdidos los dos".

Me dejaste sin una respuesta en los labios, con la luna riéndose de mí con su doble reflejo pálido. Y me pregunté cómo era posible que una boca de mujer sonriese burlona y tierna al mismo tiempo, tan desvergonzada y tímida, y tan cercana.

Y en el momento que iba a abrir la mía, dispuesto a decir algo que todavía ignoraba, un reloj cercano dio once campanadas. Alcé una mano hacía su rostro -la mano herida-, pero tuve el dominio suficiente para detenerla a medio camino.

Entonces, incapaz de establecer si era decepción o alivio lo que sentía, desperté y vi que aquello tan sólo había sido un sueño.

Continuará

No hay comentarios: