viernes, 12 de enero de 2007

La Ternura del Alacrán (V)

Hace ya varios días que tenía abandonado este pequeño apartado de mi mente. Los motivos se pueden concentrar en uno sólo, ella, sea cual sea su nombre, en todo este tiempo ya no ocupaba mis sueños. Pero de nuevo, anoche vino a mi encuentro.

La llave giró en la cerradura, el pestillo quedó bien echado a juzgar por el chasquido metálico. Estos gestos tan comunes confirmaron que la noche había llegado. Un hombre de método, al menos así me creo, repetir los mismos gestos en mismas rutinas confiere aplomo, seguridad, una estabilidad tan preciada en el día de hoy. Bendita ignorancia, deseada estupidez.

Quedan apenas un par de minutos para cambiar de día y todo sigue igual. Algunos dirán que lo he intentado todo (aunque es falso). Otros, que lo que tiene que ser será, y que es inútil luchar por cambiarlo (me temo que no creo tanto en el destino como para resignarme).

Al girarme como en un cambio de plazo cinematográfico, el cuadro de visión se desplazó primero desde abajo hasta centrarse, en ella, estaba en el centro de la habitación, mirando con un aire entre preocupado y curioso, o tal vez simplemente sonreía despectiva.

Apagué la luz. La lluvia se dejaba sentir tras la persiana bajada anunciando una húmeda noche. En la habitación, sentado al borde de la cama trataba de adivinar las formas en la penumbra entre las sábanas. Acaricié la almohada en busca de un cabello que ya no estaba allí. Ella es una de mis espinas.

Me levanté despacio de la cama, para no despertar al fantasma. Abrí la ventana para sentir el calor agobiante, mientras la lluvia mojaba mi rostro, como buscando la luz de un faro que me alumbrara el camino en esa larga noche.

Te conozco, sé que estás ahí en alguna parte, en un rincón oscuro de mi memoria. Estoy seguro que hace tiempo conocí alguien como tú.

Pero ya que has venido aquí haciendo preguntas ahora no puedes decir que te alejas y eludir el resto de respuestas. Ya que has curioseado en la vida de todo el mundo, puedes completar la mía.

¿Qué siento?, ante esa pregunta sólo puedo responder que, el infinito miedo de sentirme al borde del abismo. Mi razón me invita a tranquilizarme; quiero ver el mundo, y me asusta mirar, ante lo que puedo encontrar bajo mis pies. Pero me has presionado mucho, como nunca nadie en mi vida. Tus argumentos; prematuramente, mal momento en mi vida, instante de aclarar ideas y sentimientos, todo excusas por no afrontar la verdad.De un modo u otro, eso ya no cambiará nada. ¿Y yo...?, porqué me has contado todo, cual era tú objeto en todo este juego, porqué me has acercado, luego me has alejado, has usado indiferencia, cordialidad, ¿por qué?.....................

Puede que tratases de ganarme para tu causa, o simplemente infringir una nueva y más retorcida ofensa a mi ego, también podría tratarse de todas esas cosas a la vez. Temo volver a caer en el drama y decirte, "...sin ti estoy perdido", y que no me respondas.

Tenía la garganta seca, no sé si fruto del ambiente nocturno, o simplemente del miedo a lo que me estaba enfrentando. En la cocina, mientras tanteaba en busca de un vaso, escuchaba ruidos conocidos que asentaban mi conciencia. El vaso bajo el agua fría se dilató, la mano lo sintió, quizá por eso lo sujeté con más fuerza, demasiada. El vaso explotó hecho añicos a la vez que la sangre se mezclaba con el agua en la palma de la mano.

Llovería esa noche también sobre otros paisajes, haría desaparecer huellas, refrescaría tumbas ya olvidadas. Estúpido error. Sabía mejor que nadie que aún era posible elegir campos de batalla mejores que éste.

Me dejaste sin una respuesta en los labios, con la luna riéndose de mí con su doble reflejo pálido. Y me pregunté cómo era posible que una boca de mujer sonriese burlona y tierna al mismo tiempo, tan desvergonzada y tímida, y tan cercana.

Y en el momento que iba a abrir la mía, dispuesto a decir algo que todavía ignoraba, un reloj cercano dio tres campanadas. Alcé una mano hacía su rostro -la mano herida-, pero tuve el dominio suficiente para detenerla a medio camino.Entonces, incapaz de establecer si era decepción o alivio lo que sentía, desperté y vi que aquello tan sólo había sido un sueño.

Hay noches que son demasiado largas, y aquélla no había terminado.

La herida quizá no era tan profunda, ni mucho menos grande, pero el corte se localizaba entre el índice y el pulgar, en una zona aparatosa. Mientras acariciaba el pequeño rasguño en la oscuridad de la habitación, recordaba la imagen de un animal herido que se lame las heridas.

La única luz visible iluminaba en rojo mi rostro, la seguí con la vista hasta que sólo quedó el diminuto rastro empequeñeciéndose hasta desaparecer por completo. Viene en noches así con esta luna.

Me miró largamente en silencio. Parecía sorprendida. - Me pregunto de donde sacas esa maldita sangre fría.-

No pude por menos que echarme a reír quedo y bajito, -no es tan fría como crees, en este momento me tiemblan las manos.- Era cierto. Tenía que contenerme para no rodear con ellas su nuca, y atraerla hacia mí. Ella acercó una mano y la enlazó con los dedos, comprobando que el temblor era real. La mano estaba cálida y tibia, y como si fuera la primera vez, desasí la mano suavemente. El gesto me dolió como un golpe y me llegó el dolor hasta estallarme en el hombro.

Miró alternativamente la mano y mi cara, como desconcertada. Después se levantó despacio, sin decir palabra, evitando cuidadosamente siquiera rozarme. Supongo que me mordía los labios para no gemir de dolor.

“Sucede que el diablo es muy astuto, y que no es tan feo como dicen”. Recordé la cita, a la vez que forzaba la cansada memoria para recrear la imagen completa. Lo intenté de nuevo con la pertinaz voluntad del derrotado que todo lo ha perdido y sin embargo continua en su desesperado afán. Ya no estaba tan mal...................................

Y la imagen, la voz, el olor, acudieron de pronto; roto el dique donde aquello esperaba el momento de desbordarse. Y todo fue sólo ella, su media sonrisa en la penumbra, el reflejo de miel en los ojos oscuros, el olor tibio de su cercanía. Ella, desnuda en una noche calurosa, contraste sobre sábanas blancas y la luna filtrándose en rayas horizontales entre las persianas, con minúsculas gotas de sudor en la raíz del pelo negro, en el pubis oscuro, en las pestañas.........

Seguía haciendo mucho calor. Era casi la una de la madrugada cuando abrí la ducha y me desnudé. Repetir los mismos gestos, en un desesperado intento por tratar de recuperar algo de calma. Por un instante observé al extraño que me miraba con atención desde el otro lado del espejo. Delgado, de miembros fibrosos, el vientre plano, las caderas estrechas, los pectorales algo marcados, firmes, como la curva de los músculos en los hombros y en los brazos. Tenía buen aspecto aquel individuo silencioso. Y me pregunté, para qué diablos me servía aquel buen aspecto.

Pero en la culpa es mucho más el autor que su cómplice. Y has venido a buscarme, te he seguido, he hecho lo que has querido, te deseaba y te necesitaba. Me he entregado libremente, sabía a quien me entregaba y no puedo escudarme en la ignorancia.

-Me voy.-

-No quiero que te vayas, todavía.-

Con eso bastó. Brillaban sus ojos, y los incisivos parecían muy blancos despuntando en la boca entreabierta, y el collar de marfil era un trazo pálido al lado del cuello moreno en la penumbra. Separé los labios para emitir un suspiro largo y apagado, que pudo ser también un gemido infantil o una protesta.Hacía calor. Una persiana filtraba finas líneas de luz sobre el cuerpo moreno de una mujer desnuda.

Hubo un soplo de brisa, y la luna se deslizó sobre mis hombros como una cota de malla que cayese a mis pies.Por un segundo antes de enlazar los dedos en aquel cabello para escapar durante una noche, minúsculas gotas rojas en un inmenso amanecer, la sombra, el niño, el hombre, se volvieron todos al mismo tiempo para mirar arriba y atrás, para mirar en dirección a la ventana apenas iluminada, con el último afán de descifrar el terrible secreto de un cielo desprovisto de sentimientos.

P.S. Así ha quedado el relato finálmente. Aunque si os soy sincero, no me convence. El que es bueno es bueno y el que no, como yo, estudia derecho.

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